Turismo y Migraciones
Lunes, 14 Noviembre 2011 18:49

Turismo y Migraciones

El Turismo ha caracterizado el desarrollo de las sociedades durante la segunda mitad del S. XX e inicios del S. XXI, generando enormes impactos económicos, sociales, ambientales y culturales. Lo que en un comienzo fue un fenómeno circunscrito a Europa Occidental, Estados Unidos y Canadá, tanto como lugares de origen y destino de los turistas, hoy en día trasciende todas las fronteras y capas socio-económicas, con la única posible excepción de África.

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por Eugenio Yunis, desde Santiago de Chile, especial para el PDA

La Organización Mundial del Turismo contabiliza cerca de 940 millones de movimientos turísticos internacionales en 2010, incluyendo todo tipo de motivaciones de viaje: vacaciones, negocios, congresos y ferias, salud, religión, visitas a familiares y amigos, y otras de menor importancia numérica. Estos movimientos turísticos, sumados a los de orden interno, generan miles de millones de dólares en ingresos para los países y ciudades de destino, constituyendo para ellos una de las
principales, o la primera fuente de divisas y de aporte al PIB, además de dar ocupación a millones de personas.

Las migraciones, por su parte, constituyen un fenómeno humano desde el comienzo de la historia, y han generado sociedades mixtas, intercambios culturales y religiosos profundos, muchos impactos económicos imposibles de cuantificar, y también opresión, guerras y conflictos interculturales.

Las Naciones Unidas estiman que en la actualidad existen unos 200 millones de migrantes repartidos en los cinco continentes, y con una variedad de motivaciones, siendo las principales las de tipo laboral, de origen político y las relacionadas con la educación. Las remesas de dinero de los inmigrantes a sus familiares en los países de origen suman miles de millones de dólares y constituyen, en muchos de estos países, la principal fuente de divisas.

Hasta aquí, bastantes similitudes entre turismo y migraciones. El turismo constituye, de una cierta manera, una migración temporal. Se diferencia de la migración definitiva precisamente por el hecho de que las personas que practican turismo no tienen la intención de establecer su residencia permanente en el país de destino, como sí la tienen los emigrantes, o al menos por un periodo prolongado. Ambos, los migrantes y los turistas, lo hacen voluntariamente, aunque en el caso de los primeros muchas veces intervienen factores económicos o políticos que, de alguna manera, los obligan o al menos los incitan a emigrar; igualmente, hay turistas no discrecionales que, por razones de negocio, de trabajo o de salud, viajan a otro país por un breve periodo de tiempo sin convertirse en migrantes.

En definitiva, el turismo y las migraciones tienen al mismo tiempo similitudes y grandes diferencias, y entre ambos fenómenos existe una relación biunívoca muy estrecha. Por un lado, los movimientos migratorios de los últimos cuatro o cinco siglos, -originados primero por la colonización del llamado Nuevo Mundo y de África, y luego por intereses económicos ligados a los imperialismos español, británico, portugués y francés principalmente- generaron unos lazos familiares, religiosos, comerciales y culturales entre continentes, los que estuvieron y siguen estando en gran medida en el origen del turismo como lo conocemos hoy.

Hasta nuestros días, en pleno siglo XXI, vemos como hay desplazamientos turísticos desde Europa a las Américas cuya motivación es visitar a familiares o descendientes de aquellos colonos que un día lejano decidieron emigrar hacia las Américas en busca de una vida mejor: británicos, italianos, irlandeses y muchos otros. Y la corriente turística opuesta también es importante: americanos de origen español, italiano, alemán, irlandés, polaco, croata y tantos otros, que parten a Europa a visitar la tierra de sus ancestros, incluso sin contar con familiares allí. Esto se repite en el caso del Medio Oriente, especialmente Líbano, Palestina y Siria, desde donde llegaron a las Américas fuertes corrientes migratorias en los siglos XIX y XX. En cifras menores, algunos flujos migratorios desde Japón, China y Corea hacia las Américas son la fuente de muchos viajes de norteamericanos hacia el Asia.

En el caso de África, también vemos cierto turismo de afro-norteamericanos hacia Ghana, Senegal, Gambia, Kenya y otros países en busca de sus “raíces”, como lo inmortalizó una conocida serie televisiva basada en un gran libro. Y hay muchos otros ejemplos de este tipo en diversas regiones del planeta.

Es bueno señalar que este fenómeno, que podríamos llamar “Turismo originado por las Migraciones”, o que cae en la categoría de Visitas a Familiares y Amigos (VFA) de la nomenclatura turística, continúa sin cesar en nuestra América Latina entre los nuevos migrantes de finales del siglo pasado y comienzos del actual. Me refiero aquí a los grandes números de ecuatorianos, colombianos y peruanos en España, de peruanos en España, Argentina y Chile, de paraguayos en Argentina y Brasil, de mexicanos, centroamericanos, colombianos y muchos otros latinos en Estados Unidos, que en total cuentan varios millones y que generan también varios millones de viajes cada año, ya sea de ellos mismos para regresar de vacaciones a sus países de origen, o bien para recibir a parientes y amigos en sus países de destino.

Por otro lado, hay movimientos migratorios que tienen su origen en el turismo, y esto de muy diversas formas. Los requerimientos de mano de obra para el desarrollo de infraestructura turística y su posterior operación son conocidamente altos. En muchos países con escasez de mano de obra, o con gente que por sus tradiciones culturales no está dispuesta a trabajar en turismo, se ha debido recurrir a trabajadores extranjeros: casos típicos son los de Maldivas, los Emiratos
Árabes, Singapur, donde los migrantes indios, paquistanos y bangladesís ocupan prácticamente todos los puestos de trabajo en la hotelería y la industria turística en general. Pero también en España, Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos y en muchos cruceros encontramos masas de migrantes sudamericanos, norafricanos, caribeños, chinos y de otros países que han migrado para incorporarse a la industria del turismo.

El turismo también está en el origen de muchas migraciones de la 3ª edad. Norteamericanos que, después de visitar como turistas algunas islas del Caribe, o Guatemala, o Costa Rica, llegan a la edad de jubilación y deciden adquirir una propiedad en alguno de esos países para gozar su tiempo libre en ambientes más amigables, con mejor clima y de costos de vida inferiores a los que se dan en EE.UU. Lo mismo ha estado sucediendo desde hace unos 40 años en el Sur de España y las islas Baleares y Canarias, en Cerdeña, en Córcega, en el Sur de Francia, y otros lugares del Mediterráneo que, además de constituir importantes destinos turísticos, son hoy día el hogar de retiro de escandinavos, británicos, holandeses, alemanes y otros noreuropeos.

Finalmente, los emigrantes que deciden regresar a sus países de origen, a menudo vuelven con dos elementos valiosos para el desarrollo turístico: un pequeño capital y un know-how turístico –adquirido en ocupaciones en la industria del turismo- lo que les motiva a invertir e iniciar un negocio turístico en su país de nacionalidad. Ambos factores productivos contribuyen al desarrollo turístico, tanto en términos de ampliación de la capacidad instalada como en términos de transferencias tecnológicas; además, sus contactos comerciales en los países que los acogieron como migrantes les permite establecer las relaciones con tour operadores y agencias de viaje para incrementar la llegada de turistas desde dichos países. Todos estos flujos migratorios corresponden a lo que podríamos llamar “Migración originada en el Turismo”, que es la contrapartida del “Turismo originado en las Migraciones”, aunque estas dos formas no constituyen verdaderamente fenómenos interrelacionados.

¿Es posible cuantificar estos flujos turísticos y estos flujos migratorios? ¿Cuál es su impacto económico, social y cultural?

¿Pueden los gobiernos influir sobre los consumidores migrantes para influir sobre sus decisiones de viaje? ¿Qué pueden hacer los operadores turísticos o los inversores para captar una mayor cuota de migrantes e involucrarlos en actividades turísticas?

 

¿Pueden los migrantes retornados contribuir a una difusión más amplia de los requerimientos de la demanda turística sustentable y a satisfacer, ellos mismos, tales requerimientos?.

Estas son algunas de las cuestiones que requieren un mayor análisis por parte de los entes estatales correspondientes, apoyados en instituciones de investigación de los ámbitos turístico, sociológico, económico y demográfico.

En ausencia de tales investigaciones en profundidad, me atrevo a adelantar algunas ideas que pueden ayudar a esclarecer la situación y las relaciones de dependencia entre turismo y migraciones, pero las que deben ser testeadas y verificadas con mayor evidencia estadística.

1.    Se puede presumir que una proporción importante de los viajes turísticos del tipo VFA tienen su origen en movimientos migratorios que los precedieron en el tiempo.

2.    Alguna evidencia estadística muestra que el turista VFA originado en migraciones tiene patrones de consumo bastante diferentes a aquellos de un turista de negocios o vacacional, no-VFA. Entre otros factores diferenciadores, se puede decir que el primero ocupa muy poco el alojamiento hotelero clásico y suele pernoctar en casa de sus familiares. Por el contrario, puede que tenga un mayor nivel de gasto en compras de bienes no típicamente “turísticos”, que desee llevar de vuelta a su país de inmigración.

3.    La duración de la estadía promedio de los turistas VFA originados en migraciones suele ser más prolongada que las de un turista no-VFA, lo cual podría compensar el menor nivel de gastos en hotelería.

4.    Cuando los migrantes han alcanzado un nivel de ingresos relativamente alto en el país que los acogió como inmigrantes, es probable que cuando viajan de vacaciones a su país de origen opten por un alojamiento comercial, o incluso decidan invertir en una residencia de vacaciones en el país que los vio nacer.

5.    Las empresas turísticas de países desarrollados y establecidas en zonas de alta densidad turística y de carácter estacional (balnearios costeros y centros de ski, especialmente), pueden encontrar entre los inmigrantes jóvenes una buena fuente de mano de obra, en la medida en que los primeros ofrezcan condiciones laborales adecuadas y justas, y que los segundos estén en condiciones de laborar horarios especiales, tal vez más prolongados que los habituales, y que aporten
además de su entusiasmo, algunas capacidades lingüísticas.

6.    Los Estados que quieran atraer a adultos mayores a establecerse en sus países después de la jubilación, debieran adecuar sus acciones promocionales para informar a ese segmento de las opciones vacacionales a que pueden aspirar, a indicarles los servicios y facilidades a su disposición, y al mismo tiempo a interesarse por la posibilidad de invertir en un bien raíz.

7.    Para incentivar lo anterior, puede ser necesario establecer regímenes tributarios especiales para este segmento de inmigrantes, de modo de atraerlos como inversionistas extranjeros inmobiliarios. De igual forma, los Estados que deseen estimular este tipo de inmigrantes, pueden establecer acuerdos con los Estados de origen relativos a tributación, a servicios médicos previsionales y otros de interés para este grupo etáreo.

En conclusión, estamos en un mundo en que las migraciones continúan y el turismo sigue creciendo; sabemos que hay relaciones entre ambos fenómenos, y que las sociedades y las personas pueden beneficiarse más de dichas relaciones, pero necesitamos estudiarlas mejor, cuantificar sus impactos, y con ello definir políticas y tomar acciones que permitan aprovechar esas oportunidades de beneficios.

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