por Ricardo Montenegro, desde Colonia del Sacramento


Este turismo –que no lo es- de visita a cajeros para retiro de dólares, tiene ya unas cuantas semanas en Colonia, pero ha sido descubierta a nivel nacional no hace tanto y ahora es noticia internacional, con informes de CNN y hasta BBC incluidas.

En las décadas de inestabilidad política en Argentina, que fueron muchas, no eran pocos los que cruzaban el río para dejar dinero aquí.

Más adelante, épocas de la hiperinflación, del uno a uno, del “boom” de la compra de inmuebles y la más cercana, la del “corralito” que barrió con todo, el visitante de pocas horas que iba del puerto al banco era un sujeto común, una especie humana diferente, pero de carácter cotidiano.

Consecuencia y no causa, el retiro de dólares no es ilegal y como medio de defensa de los intereses de quienes los realizan, tampoco es inmoral, aunque parece que así lo pretenden presentar algunos noticieros y seudo sesudos informes de televisión.  

Aunque parezca una conducta casi afiebrada, atribuida a la viveza porteña, en la gran mayoría de los casos, no es más que una necesidad. Lo que no pueden tener en su país, lo alcanzan en el nuestro, a sólo una hora de distancia; como pasó con el juego hasta no hace tanto.

Eso sí, a diferencia de los viajes para disfrutar del casino o ser atendido en un banco en una sección especial, esta modalidad actual tiene sus inconvenientes para el local.

Los clientes uruguayos de los bancos podemos zafar la cola a los cajeros, pero hay sueldos, jubilaciones y pagos fuera de hora en los que son necesarios y se tardan horas esperando que los vecinos de enfrente retiren lo que puedan de su tarjeta y de las 15 o 20 más que traen de otros.

Para vivirlo un poco, con frío pero con sol y con algo de tiempo, me instalé a la puerta de uno de los cajeros automáticos de Gral. Flores, con unas doce personas por delante y a poco, unas 20 más que llegaron en unos de las frecuencias de barcos.

-“Está larga la espera...” dijo un hombre que más que ansioso por el trámite, buscaba charla para pasar el rato.

-“A eso vinimos, qué le va a hacer” –le contestó otro- “después de todo, el barco nos va a devolver a todos a la misma hora”. Algunos rieron con el comentario y agregaron otros como “mientras me lleve algo de plata”, “si vuelvo voy a caminar por lo menos tres cuadras” y cosas por el estilo.

-“Caminar no se puede, pero con el frío que hace vamos a tener que saltar”, se despachó un hombre que parecía no ser muy previsor por la ropa que traía.

Luego de varios minutos de oír este tipo de conversaciones, con voz más alta y casi de enojo, uno de los enfilados dijo en perfecto uruguayo “¡Yo soy médico, empiezo la guardia en una hora y hace dos que estoy esperando!”

“Si tiene una emergencia le dejo el lugar” le contestó -entre ofendida y servicial- una señora algo mayor, mientras que los más jóvenes sonreían. No les importaba ni emergencias ni delicadezas, sólo matar el tiempo, hacerse de efectivo y regresar.

“No se trata de emergencias” –siguió el compatriota- “es que no soy de aquí, tengo facturas que pagar y traje poca plata porque mi banco aquí no tiene sucursal, así que pensaba usar la tarjeta de débito, ¡pero me olvidé del dólar Colonia!” se confesó, pero terminó más calentito porque su situación dio para varias risas.

Al final le pregunté al que tenía al lado, si venía seguido a Colonia. Me dijo que sí, que un montón de veces en los últimos meses, antes, nada. ¿Qué conocía de Colonia? El puerto, la calle Rivera para llegar a la avenida Gral. Flores y las cuatro o cinco cuadras que hay entre cajero y cajero...

Prometió volver cuando se fueran "estos *&%”çX+" que están en el gobierno; allí hice mutis por el foro.

En fin, otra crisis y otra cara de esta caricatura de turismo; mientras cierro, veo la variopinta fila de buscadores de billetes, de regreso camino al puerto a hacer otra cola, esta vez, la del check in.

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