por Bárbara Gimpel, desde Punta del Este

Por lo mismo, nos arrogamos el derecho de plantear desde el vamos los caminos que no deberían recorrerse improvisadamente.

En éste, como en cualquier otro proyecto empresarial (ya que más allá de cualquier espíritu quijotesco o romántico esto es eso UN PROYECTO EMPRESARIAL y como tal debe ser tomado) sucede lo mismo, cuantos menos recursos idóneos en las áreas estratégicas de gestión disponibles, mayor es la probabilidad de un arranque fallido.

Sabemos que en la industria aeronáutica más del 80% de los accidentes tienen lugar en las fases consideradas críticas, como despegues y aterrizajes. 

La pregunta que todos nos hacemos es ¿Nos gustaría que este proyecto "despegara" con mayores probabilidades de éxito? La respuesta es indudable para los que estamos comprometidos, más a esta altura del partido, y debería también serla para el Uruguay todo por sus implicancias sistémicas (conectividad propia e independiente, planificaciones estratégicas según los criterios del país, cadenas productivas, turismo y un largo etcétera).

Una de las premisas que cualquier emprendimiento debe tener presente (y más aún al tratarse de éste con todas las connotaciones y expectativas que carga) es que durante el período de lanzamiento se generan la mayor parte de las ventas, si se hace bien. Lo mismo, una posterior e inmediata fidelización con estrategias definidas y claras que permitan alimentar la relación personalizada que debe tener una línea aérea que apuesta a su servicio y a su gente como pilares.

Sabemos, los que hemos volado un rato, lo que significa una situación de emergencia en una aeronave, y la clave para que éste no sea el caso es que el despegue sea exitoso.

Es un deseo de corazón…hay demasiado en juego.

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